Mucha gente le había deseado la muerte. “Que se jodan”, pensaba ella. Ahí estaba, dispuesta a celebrar su 105 cumpleaños. Es cierto que hacía cuatro años que había dado el bajón. Ya no podía andar, no controlaba los esfínteres, dormitaba buena parte del día… Lo peor era ir perdiendo los sentidos. No podía hablar, escuchaba pitidos, todo le sabía ácido. Y la cabeza… la cabeza le funcionaba a ratos. Pero seguía viva.
Comentarios
Incluso sabiendo quien es la protagonista, genera lástima.
Otro plato de cacahuetes para el voluntario