Debo confesaros mi pasado delictivo...
Mediados de los 70.
Con 7 años montamos una banda para robar yoyós y chuches, sobretodo regaliz, del negro.
Arrasamos las panaderías del pueblo; el modus operandi era básico, despistar para llenarse los bolsillos y huir en bici. Escondíamos el botín en una cabaña abandonada y, como suele pasar, nunca teníamos suficiente. Planeábamos expandirnos a jugueterías, librerías...
Lamentablemente, hubo un delator: un miembro arrepentido que se fue de la lengua con su madre.
A los demás, que yo recuerde, no les pasó nada.
Mi madre, como penitencia, me llevo a todas las tiendas a pedir perdón y a la Iglesia a encender un círio y rezar.
Aprendí la lección, dejé de creer en Diós y desde entonces disimulo, pero volveré!
Basta ya de milongas y que los echen de una puñetera vez.