#6 Los rusos son antinazis, los ucranianos contra el fascismo ruso son nazis... pero eh, el Batallón Esparta, el Movimiento Imperial Ruso, el Ejército Ortodoxo Ruso, Varyag, Espanola, Rusich (como le gustan las banderas a Alexei Milchakov) y Wagner son demócratas y Dimitri Rogozin es solo un es vice primer ministro más de Rusia y senador por los territorios ocupados de Zaporiyia.
Y el tito George os tenía bien calados:
Todos los nacionalistas tienen la capacidad de ignorar las semejanzas entre conjuntos de hechos similares. Un tory inglés defenderá la autodeterminación en Europa y se opondrá a esta en la India sin sensación alguna de incoherencia. Las acciones se consideran buenas o malas no por sus méritos, sino según quién las lleve a cabo, y parece que no haya ultraje —la tortura, la toma de rehenes, los trabajos forzados, las deportaciones en masa, el encarcelamiento sin juicio, la falsificación, el asesinato, el bombardeo de civiles— que no cambie de color moral cuando ha sido cometido por "nuestro» bando. El Liberal News Chronicle publicó, como muestra de un espantoso acto de barbarie, unas fotografías de rusos colgados por los alemanes, y uno o dos años después dio a conocer, con aprobación general, unas instantáneas casi iguales, esta vez de alemanes colgados por los rusos. Y lo mismo sucede con los hechos históricos; desde el punto de vista nacionalista, la historia es el pensamiento de la mayoría, y cuestiones como la Inquisición, las torturas de la Cámara Estrellada, las hazañas de los piratas ingleses —de sir Francis Drake, por ejemplo, que solía ahogar a los prisioneros españoles—, el Reinado del Terror, los héroes del Motín de la India —que ataron a cientos de hindúes a las bocas de los cañones— o los soldados de Cromwell —que acuchillaban el rostro a las irlandesas—, se vuelven moralmente neutrales e incluso meritorias cuando se piensa que se llevaron a cabo por una "buena» causa. Si uno observa el pasado cuarto de siglo, encuentra que apenas hay un año en que no se dieran a conocer relatos de atrocidades desde alguna parte del mundo, y, aun así, ni una sola de estas atrocidades —cometidas en España, Rusia, China, Hungría, México, Amritsar o Esmirna— recibió el debido crédito y fue condenada unánimemente por la intelectualidad. Si estos hechos merecían ser reprobados o, incluso, si había que dar crédito a que habían tenido lugar, se decidió en función de las preferencias políticas.
El nacionalista no solo no reprueba las atrocidades cometidas por su propio bando, sino que tiene una notable capacidad para no oír siquiera hablar de ellas. Durante casi seis años, los admiradores ingleses de Hitler se las ingeniaron para no darse por enterados de la existencia de Dachau y Buchenwald. Y quienes se aprestan a denunciar los campos de concentración alemanes ignoran, o a duras penas saben, que también los hay en Rusia. Acontecimientos de gran magnitud, como la hambruna que Ucrania padeció en 1933 y que supuso la muerte de millones de personas, han escapado a la atención de la mayoría de los rusófilos ingleses. Muchos ingleses no han oído apenas nada acerca de los campos de exterminio de judíos alemanes y polacos durante la actual guerra; su antisemitismo ha provocado que este enorme crimen escape a sus conciencias. En el pensamiento nacionalista hay acontecimientos que son a la vez verdaderos y falsos, sabidos y desconocidos. Un hecho bien conocido puede resultar tan insoportable que sea dejado de lado y no se le permita formar parte de los procesos lógicos; o, por el contrario, puede formar parte de todos los cálculos y, a pesar de eso, no ser admitido jamás como un hecho, ni siquiera en la propia mente.
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Los polacos son putinistas, los judíos contra el fascismo sionista son antisemitas... pero eh, Azov y el Maidan son demócratas y Pujilato un padre preocupado de su estirpe imperial.
La guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza.